Amanece un nuevo día
en Consuelo y, como es habitual en esta misión, con muchas cosas que contaros. Si
el día de ayer fue intenso, el de hoy no iba a ser menos.
Comenzamos el día
poniéndonos en manos de Jesús, con un tema del que, a lo largo de estos días,
hemos hablado muchas veces: ¿Qué espera Dios de nosotras después de habernos regalado
esta maravillosa experiencia? Y, tras esta reflexión, un abundante desayuno
para coger fuerzas y hacer frente al caluroso día que nos esperaba. En la mañana
de hoy, como novedad, tuvimos foto grupal de las misioneras en la capilla, con motivo
del regalo que el siempre atento tío Julito nos hizo ayer antes de comenzar
las clases: el polo azul de la escuela Antonio Paredes Mena.
El día de hoy en
la escuela fue un poco peculiar, ya que hoy no impartimos clase, sino que
dedicamos prácticamente toda la mañana a ensayar y grabar el lipdub del que
ayer os hablamos.
Los primeros ensayos fueron costosos, pues el sol pegaba con
fuerza y las quejas de los niños pronto empezaron a escucharse, pero, tras un
breve descanso y una buena dirección de todas nosotras, ¡lo conseguimos!
La tarde de hoy
se presentaba tranquila. Incluso, antes de partir hacia el batey, tuvimos un
rato libre para empezar a escribir las dedicatorias en las fotografías que,
mañana, cada uno de los alumnos recibirán al finalizar el día, como recuerdo de
este curso de verano 2017. Ya sabéis que aquí aprovechamos todos, toditos,
todos los minutos…
Hoy el camino al
batey fue de record… ¡¡15 minutos!! A nuestra llegada, la puerta de la escuela
estaba repleta de niños y caras de felicidad, y con ellas, los abrazos y los
besos a los que estos pedacitos de cielo nos tienen acostumbradas. Hoy tuvimos como especial invitada al batey a Dolores, que disfrutó como una
más.
El final está más
cerca que nunca, pues mañana ya toca despedirse, y las emociones están cada vez
más a flor de piel. Y por este mismo motivo, las clases de hoy fueron mucho mas
relajadas que el resto de los días, dejando incluso que los niños salieran
antes a jugar y repitiesen de merienda.
Siempre hablamos
del batey haciendo referencia solamente a los niños, pero, hoy, me
gustaría dar las gracias a personas como La Doña (Carolina), que no solo es mamá
de ocho de nuestros niños a la edad de 35 años; o Doña Pura, entre otras, que
cada día nos ha preparado café, y en varias ocasiones, incluso, nos ha regalado
dulces típicos dominicanos.
Definitivamente,
este lugar nos ha robado el corazón, no solo por su encanto, sino también, y,
especialmente, por su gente. Porque, a pesar de la brevedad del tiempo y los
pocos recursos, la generosidad ha sido infinita y las muestras de cariño
abundantes. Y ahora no sabemos cómo separarnos de todo esto….
Después del batey, tuvimos que pasar por el colegio a ordenar algunas de las mochilas de
nuestros niños becados, pues un pajarito había cambiado las cosas de lugar. Pero, una vez más, nuestra eficiente
organización hizo que, en apenas media hora, tuviéramos todo listo, y ahora sí
que sí, en su lugar.
Finalizada
nuestra tarea, llegamos a casa y cenamos entre risas y bromas varias, como es
habitual.
El día de hoy finalizó
entre recortes, manualidades varias, preparación de gynkanas y demás
quehaceres.
Como ya dije antes, si el día empezó trabajando, el final no iba a ser menos.
Como ya dije antes, si el día empezó trabajando, el final no iba a ser menos.
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