jueves, 3 de agosto de 2017

ME HAN ROBADO EL CORAZÓN

Un día más despertamos en Consuelo, y hoy en todas nosotras hay una mezcla agridulce de sentimientos. Por un lado, contentas porque vamos a ver a nuestros niños y niñas, los protagonistas que nos sacan unas sonrisas, pero, por otro lado, es un día triste porque hoy nos toca despedirnos de todos ellos, tanto los de la Escuela Antonio Paredes Mena como del Batey la Plaza. Esta experiencia está llegando a su fin y el primer momento amargo viene con ese decir adiós a las personitas que tantos buenos momentos nos han regalado durante el tiempo que llevamos en este bellísimo país.
Ya la oración en la capilla fue especial. Nuestra profe Enci nos tenía preparado un rato de reflexión compartida espectacular, hoy el tema era el regalo de la vocación como maestro.
Tras un desayuno rápido, porque todas queríamos llegar lo antes posible al cole, nos fuimos cargadas de regalos y mucha alegría para la escuela. Allí estaban desde muy pronto nuestros pedacitos de cielo esperándonos para recibirnos con un abrazo. El poder del abrazo aquí es impresionante.
Hoy en la escuela era un día especial. Dejábamos de lado los deberes para tener un día festivo. La mañana comenzó como es habitual izando la bandera, cantando el himno de la nación y repasando todas las oraciones cantadas que durante estas cuatro semanas hemos estado aprendiendo. Después Ana Rosa fue llamando a los niños que no habían faltado ni un solo día a la escuela de verano y les fue entregando una carpeta de la ONG que los niños españoles habían dibujado para el concurso solidario que se organizó durante el pasado año escolar. Era digno de ver las caritas de felicidad cuando eran nombrados por la presidenta y cada tutor le hacía entrega de tan encantador regalo.


Después del desayuno estuvimos llevando a cabo un taller en el que cada grupo estuvo decorando con papeles de colores el escudo concepcionista, que más tarde serán utilizado para decorar las clases de la escuela.


Acabado el taller tuvimos un rato de juegos en el patio, para luego comenzar con la tan esperada gimkana. Ese momento fue especial porque los niños disfrutaron yendo por diferentes partes del patio haciendo distintas pruebas; pruebas que iban desde pintarse en la cara la bandera española y dominicana, una prueba de acrosport, baile, relevo de cucharas, carrera con agua…











Fue durante el juego cuando el tío Julio vino con Emmanuel, un chico de 23 años becado por la Fundación Siempre Adelante desde pequeñito hasta concluir sus estudios universitarios como ingeniero. Disfrutamos todas viendo una vez más el buen trabajo que hace la Fundación facilitando que personas que tienen capacidad y ganas pero no teniendo los medios económicos suficientes, puedan llegar a alcanzar sus sueños, gracias a la generosidad de padrinos y madrinas de los diferentes países donde está la Congregación.


El final de la mañana llegó cuando cada profe con su grupo fue a su aula. Allí llegaba el momento de la despedía, no sin antes entregar dos pequeños obsequios a cada niño: una foto del grupo que pudiese ser un recuerdo para ellos de la experiencia de este verano y una bolsa con material escolar, de todo lo que generosamente diferentes entidades nos donaron antes de venir aquí.


Ya no podíamos retrasar más el momento de la despedida. Había que decir adiós. Y ninguna sabíamos cómo hacerlo, porque no queríamos separarnos de esos regalos que el Señor nos había concedido. Abrazos, besos, un “profe no se vaya”, un “profe llévenos a España”, un “profe volverá el próximo verano”... así fuimos poco a poco dejando que esas florecillas nos fuesen diciendo no adiós, sino un hasta pronto. Fue un momento de una riqueza exquisita, de un ensanche de corazón en el que cabían todos y seguía habiendo espacio para más. Tenemos que reconocer que a más de una alguna que otra lagrima corrió por nuestras mejillas, pues cuesta separarse de quien te quiere, y te quiere con el corazón.







Tras esos momentos, volvimos a casa, y durante el camino, fuimos contando lo vivido. Pero, lo bueno de todo esto, es que la tarde iba a ser igual. En la comida también teníamos un momento especial, Dolores (Madre Dolores) se nos iba unos días a la capital y, cuando vuelva a Consuelo, no estaremos aquí. ¡Ay, Dolores!, ¡lo que te vamos a echar de menos! Has sido durante estos días una madre para todas nosotras. Con tu alegría, tus bromas y tu sonrisa siempre en la cara, has hecho que este mes aquí haya sido como estar en nuestras casas. Dolores, te queremos y nos llevamos a España un trocito de ti.




Después de un breve descanso, pusimos rumbo a nuestro querido batey. La llegada fue muy bonita. Una gran cantidad de niños nos estaban esperando dentro y fuera de la escuela. La novedad de esta tarde es que, además de niños, teníamos un nutrido grupo de madres que también querían decirnos adiós. Se presentaba una tarde de familia.


La actividad en el batey comenzó como cualquier otro día: primero un rato de juegos, de hablar con niños y madres, para después pasar a cantar las canciones que durante las cuatro semanas habían estado aprendiendo. Lo bueno es que esta tarde sus voces sonaban de otra manera, de una manera especial. Eran voces más intensas, en las que cada palabra que cantaban llevaba una parte de ellos. Ya poníamos personas a esos cantos, a esos gestos.
Lo bonito de ese momento fue ver cómo las mamás de esos niños se unieron al grupo para cantar como un grupo más las canciones que ellas habían ido aprendiendo cada tarde. A ellas se las veía felices, contentas, era un día de fiesta, quizás el más festivo de hacía mucho tiempo.
Además, hoy teníamos una celebración especial. Justamente hoy Jesús Alejando (más conocido por todos como Alejandrito) cumplía 18 años. Sí, su mayoría de edad era justamente hoy, y qué mejor ocasión que celebrarlo todos juntos. Y así lo hicimos. Las profes le preparamos una pancarta en el que día: “Felices 18 Alejandrito. De tus profes españolas”. Le impusimos la corona, y, como todo un rey, le colocamos una banda amarilla, su color preferido, en el que se leía: “Ay morenito, por ti me derrito”, frase que el mismo pronuncio y que fue de éxito total durante estas últimas tardes. Es bonito decir que, ante ese gesto, Alejandrito echo una lagrimillas, pues es lo último que él se esperaba, ya que como él nos dijo, no pensaba celebrarlo así.


La tarde prosiguió con una gymkana de lo más animada, la merienda y el reparto de materiales entre los alumnos que asistieron durante estas cuatro semanas a la escuela.
¡Qué contentos todos! Parecía que habían venido los Reyes Magos. Llevarse un cuaderno, unos lápices y una linterna, entre otras cosas, era para ellos motivo de fiesta y más fiesta.


Y como ocurrió por la mañana teníamos también que decir adiós. Este adiós iba a ser un pelín más difícil, pues la experiencia con los niños del batey ha sido más intensa. Eran menos y las carencias afectivas eran mayores, lo que sin darnos cuentas nos ha llevado a empatizar más con ellos, y por lo tanto a compartir más.
Pero había que decir adiós. Y aunque el corazón se nos partiese en dos, era un pequeño trago que debíamos superar. Así que, con la sonrisa en la cara, los brazos bien abiertos para acogerlos y muchos besos en las mejillas, fuimos despidiéndonos uno a uno de nuestros niños, de nuestras florecillas, que tantos buenos momentos nos han aportado.


La vuelta también del batey fue especial. Hoy el tío Julio se subió en la parte trasera de la camioneta y nos deleitó con canciones típicas, lo que hizo que la vuelta fuese más corta y nuestra mente estuviese entretenida para no pensar que lo que dejábamos atrás.



Llegamos a casa, cenamos y a celebrar con la comunidad las fiestas patronales del Santo Cura de Ars.
Tras la Eucaristía, volvimos a casa, estábamos muy cansadas. Había sido un día intenso, muy intenso, cargado de sentimientos y emociones. Ahora nos toca descansar, dejar que todo lo vivido se vaya asentando para ser capaces de expresarlo a nuestra vuelta.

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