El día bien
soleado empezó con la eucarística en la parroquia Santa Ana, que nos queda a veinte
minutos con paso caribeño. Coincidió que hoy un grupito de niños recibía su
primera comunión.
La mañana la
dedicamos a preparar bolsas, mejor dicho, fundas, con material escolar, para
ser entregado a cada alumno, tanto de la escuela Paredes Mena como del batey la
Plaza, al finalizar el mes de clase.
El calor y
bochorno nos azotaba fuertemente, así que rápido y con ganas, disfrutamos de
una rica comida preparada por Madre Lucita y Madre Dolores y nos fuimos para
disfrutar el mayor tiempo posible de las playas caribeñas a donde la presidenta
nos lleva.
Desde luego que
no decepcionan, la playa de Juan Dolio nos ha regalado ratos para guardar en la
retina. El sol ardiente, palmeras curvadas, agua cristalina, conchas
especiales, cabañas de paja, y las olitas rozándonos mientras estamos tumbadas
en la orilla. La palabra paraíso se repite varias veces en nuestra conversación.
Mundos, unos y
otros, y qué diferentes, a pesar de su cercanía. Desde luego, el fin de semana
que hemos disfrutado hace evidente las realidades tan distintas que se viven en
este país, país de contrastes. Sin embargo, no se nos olvida a qué hemos venido
ni la realidad que dejamos atrás, aunque sea por unas horas. El tiempo de
oración que hemos tenido al regresar a casa, nos ha ayudado a ser conscientes
que estamos aquí para entregarnos hasta el extremo, como Jesús en la
Eucaristía.
Este gran fin de semana nos ayuda a coger fuerzas y descansar,
porque nuevamente empieza una semana en la que nos mostramos expectantes por lo
que deparará y tras la ya típica cena de ibéricos de los domingos acompañada de
anécdotas graciosas acabamos el día… Nuestros niños nos esperan.
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