En serio, hoy
también sobrarían las palabras describiendo el día que acabamos de vivir, pero
como vuelva a hacer un reportaje fotográfico y no escriba, me muerden, así que
prepárense para quedarse con la boca abierta.
Tras una semana
de actividad intensa, tocaba cambio de ritmo, y nos ha salido un plan perfecto.
Todas a la camioneta, nos ponemos en camino, con menos baches, pero muchos más
kilómetros. Hoy nos han acompañado Irmar, Estelita y Penélope, que también
formará parte de nuestra divertida comunidad misionera durante unos días.
¡Primera parada!
La Cueva de las Maravillas. El nombre le va que ni pintado. Nos han explicado
que este espacio natural fue descubierto de forma accidental por un grupo de
scouts en los años 20. ¡Gracias, intrépido grupo de scouts, porque, por
vosotros, hemos podido disfrutar de un lugar de encanto! El recorrido en la cueva
se hacía caminando. Hemos bajado unos metros y… ¡oh, maravilla! Estalactitas, estalagmitas,
formas en la roca de lo más originales, pinturas de los indígenas taínos, y
guano, que tampoco puede faltar (ya explicará Lucía Orts lo que es cuando le
toque el blog)
Hemos disfrutado un montón esa visita y nos hemos quedado
admiradas por la creatividad de Dios, que trabaja pacientemente maravillas en
su creación. Al salir de la cueva, hemos pasado por un iguanario,
plagado de iguanas, feuchas, como era de esperar, y con muy mal humor,
porque, mirases donde mirases, veías alguna a la gresca con otra.
¡Segunda parada!
Basílica de Nuestra Señora de Altagracia en Higüey. Hemos llegado al templo
donde se encuentra la imagen de la patrona de la isla justo a tiempo para la
misa. Nos hemos unido a los muchos visitantes que allí había y, tras la misa,
hemos subido a venerar la imagen de la Virgen.
Y, por supuesto, nos hemos hecho
la foto típica frente a la basílica (Aviso: quien vaya a tomar la foto, mejor
que no lleve ropa blanca)
El entorno era precioso, con un jardín enorme de
palmeras, como las choperas en España, pero al estilo caribeño, lógicamente.
¡Tercera parada!
Centro comercial Multiplaza. Ésta ha sido una parada justa y necesaria, porque
estábamos más que hambrientas… ¡y sedientas!
¡Cuarta parada!
Playa de Bayahibe. Y ahora, sí que sí, ¿quién se acuerda de Punta Cana? Esta
playa es paradisiaca, con un agua cristalina, una arena finísima y unas
palmeras que le daban un toque de lo más tropical. Eso sí, mucho “moscón to’feo”,
¿verdad, Clara? Hemos pasado ahí una tarde ideal, bañándonos, tomando el sol,
paseando, contemplando el paisaje, colándonos en la playa reservada del resort…
y poniendo la guinda con unas piñas coladas y unas Presidente mientras se iba
poniendo el sol. ¡Ideal!
¡Quinta parada!
Por fin en casa, donde Lucita y Dolores nos esperaban con la cena preparada,
para culminar un día que bien puede ser definido como el día de las maravillas.
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