domingo, 9 de julio de 2017

DESCUBRIENDO HORIZONTES


Consuelo, un pueblecito con un encanto especial, inundado de color y bachata, de noches oscuras y gente viendo pasar las tardes sentados en sillas en las puertas de sus casas o negocios.
Segundo día aquí y ya nos sentimos completamente en casa. 
Hoy fue un día bonito e intenso y las experiencias se nos van acumulando.
Comenzamos bien temprano yendo a la misa del Cura de Ars, entrañable, acogedora, puerta con puerta con nuestra casa.  Nos dieron la bienvenida con un aplauso acompañado de miradas de agradecimiento, de esas que expresan más que las palabras.
La mañana fue intensa y emocionante al conocer nuestras clases, organizando la distribución, llenándonos cada vez más de ganas por empezar, e incluso izamos la bandera al son del himno de República Dominicana, como se hará cada mañana.






La buena comida de Margarita nos sirvió para coger fuerza para la tarde que nos esperaba...
Después de comer, Ana Rosa nos entregó las tan esperadas listas de clases con los nombres de nuestros niños e incluso tuvo lugar un concurso a la hora de adivinar en el género que escondía cada uno de estos...
Lluvia torrencial, como cada tarde, que parece que se cae el cielo sobre nosotros, truenos y más lluvia viéndola caer en el que se está convirtiendo en uno de nuestros rincones, la entrada de la casa con las puertas de par en par y en las míticas sillas mecedoras.
De pronto, Lucita nos anuncia que vamos a hacer una visita a los bateyes, sin mucha demora estamos en la puerta con expectación, respeto y algo de miedo por lo que nos íbamos a encontrar. Habíamos oído tanto hablar de ese lugar... y allá que nos fuimos poniéndonos en camino a la vez que Irmar se reía gritando… no queríais aventura??



Pues bien, lo que vivimos esta tarde ha sido una de esas vivencias que se guardan en la retina y que lo recordaremos ya por siempre. Cumpliendo el sueño de muchas, acomodadas en la parte descubierta de nuestra camioneta, Enci, Isabel, las Lucías, María y Clara, conduciendo Ana Rosa y de copiloto Lucita, entre trotes y más trotes y entre cañas de azúcar, íbamos adentrándonos en el camino al batey. Pero, en un momento, nos topamos con un arroyo con mucha corriente y cierta profundidad que desembocaba en una cascada, impidiéndonos el paso… pero eso lo descubrimos momentos después cuando nuestra intrépida jefa se adentró en el arroyo. Tan oportunas como siempre, las lluvias torrenciales quisieron ser partícipes también de esa hazaña y hacerlo aún más interesante. Cuando entramos entre todas en un poco de razón y prudencia nos dimos media vuelta y gracias al tan querido tío Julito y su experiencia conseguimos llegar por otro camino.




Del poblado, bastante vacío, pobre y llovido, conocimos el colegio donde daremos clases por las tardes, asignándonos también nuestras clases.
En la vuelta también tuvimos algún percance, pero nada que Ana Rosa y el tío Julito no pudieran solucionar.


Acabamos el día con una exquisita cena española, de jamón, queso manchego, cecina y una buena cerveza dominicana.
Ha sido un gran día y lo mejor es que esto solo acaba de empezar….!


No hay comentarios:

Publicar un comentario