lunes, 10 de julio de 2017

CRUZANDO FRONTERAS

Ya nos vamos acostumbrando a dormirnos con las bachatas de fondo. Un día nuevo cargado de emociones. 
A primera hora tenemos una oración para que el Señor nos de fuerzas a enfrentarnos a las clases de hoy. 


Partimos para el cole (caminando a cinco minutos) y empezamos a ver a todos los niños uniformados. Vamos haciendo filas por cursos y suena el himno dominicano a la vez que se iza la bandera bajo un calor intenso. 
Nos dirigimos a las clases con nuestros alumnos con una música instrumental que suena en todo el colegio que nos ayuda a vivir ese momento con una mayor intensidad. Para algunas de nosotras que era nuestra primera experiencia como profesoras; ¡prueba superada! El cariño de los niños hace que no nos sea difícil de llevar. Como dice Carmen Sallés: "Ama a los niños y sabrás educarlos".



¡Vaya energía que tienen los niños! Les repartimos la leche y unas galletas y nos cuentan sus días en Consuelo, las cosas que les gustan, sus circunstancias familiares, cada uno con su historia... 
Damos las clases tanteando el nivel que podremos dar de matemáticas y lengua. 
Después del recreo tenemos los talleres: Clara y María encargadas del taller de música, Enci del de salud, las dos Lucías manualidades e Isabel juegos y deportes.





Ya agotadas de nuestro primer día tocaba una pequeña siesta y tomar camino hacia los bateyes, pero esta vez sin ninguna traba en el camino.
Nos encontramos recorriendo los bateyes a algunos de los niños que iban a la escuela. Dado que hay unos cuantos bateyes y una sola escuela, muchos de los ellos tienen que recorrer un largo camino de lodo entre las cañas de azúcar. Así que cogimos a los niños y algún padre y los subimos a la camioneta.


Es increíble cómo estos niños van al colegio a tan larga distancia que llegan sudando, y a nosotras nos da pereza ir a trabajar/universidad teniéndolo tan cerca y tantas facilidades.



Pasamos un rato con nuestros alumnos y les damos la merienda. Acabando con un juego del pañuelo muy competitivo y entretenido en el que participó hasta el tío Julito, el psicólogo de la escuela Antonio Paredes Mena, que es como nuestro ángel de la guarda.


Cuando creíamos que ya no teníamos más energía, compartimos una cena contando nuestras experiencias e intercambiando desde cantos de tunas españolas hasta unos merengues muy improvisados, incluso a madre Lucita le descubrimos un lado de lo más animado.


















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