Un día más. Un
día menos. Nuestra estancia en Consuelo va llegando a su fin. Poco a poco,
vamos culminando vivencias: escuela, batey, becados, familias, personas que nos
han acompañado... Pero la misión continúa hasta nuestro último día en esta
tierra que ya forma parte de nosotras -y seguro se prolongará en España- Así
que... ¡manos a la obra!
Lu nos ayudó a
iniciar la jornada centrándonos en lo esencial, con unos consejos del Papa
Francisco para ser mejores personas y una cajita en la que nos invitó a depositar
unos papeles en los que previamente habíamos escrito nuestros propósitos para
después de esta experiencia. Como decimos, la misión continúa.
Después del
desayuno, hicimos la distribución de todos los productos dominicanos que
habíamos adquirido para compartir con nuestras personas queridas en España. Por
supuesto, toneladas de café.
Tocaba el turno,
después, de recoger las clases de la escuela, lo que volvió a traernos emotivos
recuerdos de nuestros niños. Tras dejar las clases bien recogidas y ordenadas
para el inicio del curso, no pudimos marcharnos sin escuchar el himno por
última vez. Con qué ilusión nos hemos unido cada mañana a los niños y personal
del centro cantando a los quisqueyanos valientes. Último paseo de regreso a
casa desde la escuela. ¡Cuánta vida entregada y recibida en la Paredes
Mena!
Una vez en casa,
homenajeamos a la persona que con exquisita delicadeza ha cuidado de nosotras
durante estas semanas: Margarita. ¡Me río yo de las estrellas Michelin! ¡Tú sí
que te mereces estrellas, Margarita! Nunca te olvidaremos... ni a ti ni a
ninguno de tus guisos.
Continuamos con
las tareas de recogida. Mientras Isabel y Clara se encargaban de organizar y distribuir
medicinas, y María, Enci, Lu y Lucía hacer lo mismo con el material escolar,
Ana Rosa se llevó la camioneta para que le hicieran una limpieza a fondo.
Fijaos si la necesitaría que tardaron más de una hora en devolverla a su estado
natural después de quitar todo el barro incrustado en el camino al batey. Está
como nueva.
A la hora del
almuerzo, tuvimos de nuevo como invitado a Wilner, que vino a despedirse de
nosotras. Casi al finalizar, Ana Rosa tuvo que ir a la escuela para sacar una
foto a un niño becado, que resultó ser uno de los alumnos de verano, acompañado
por el ya conocido Jefferson. Ellos querían volver a ver a sus profes y sacarse
una foto con ellas. ¡Qué sorpresa les dieron a Lucía y a Clara, que fueron a la
escuela sin saber que las esperaban sus alumnos! Es hermoso constatar los frutos
del amor y de la entrega.
Tras la comida,
proseguimos con la organización del material, mientras la conductora oficial se
iba a San Pedro de Macorís para echar gasolina a la camioneta y se llevaba la
sorpresa de encontrarse la ciudad inundada. ¡Aquí sí que cunden los
chaparrones!
Y para
recompensar una fructífera jornada de trabajo... ¡película! Con unas patatas
para picar y la imprescindible Presidente, nos dispusimos a ver la versión de
Los Miserables protagonizada por Liam Neeson. Con qué intensidad gozamos estas
pequeñas cosas…
La sesión de cine
quedó interrumpida por otra visita sorpresa. Nuestras hermanas de Sabana,
Cristina, Augusta y Minerva, pasaron por Consuelo de regreso de la capital.
Volver a verlas fue una alegría y, así, aprovechamos para darles el material
que habíamos organizado para las escuelas de Sabana.
Visto y no visto,
llegó el momento de prepararse para la misa. El color de hoy era crema y
celebraba el P. Delfín, de Santa Ana.
Y tras la misma,
vuelta a la película, que nos estaba resultando de lo más interesante. Ni
sentarnos a cenar quisimos. Nos llevamos nuestros bocatas de ibéricos y a
continuar disfrutando frente a la pantalla.
Un día menos. Un
día más. ¡Un día pleno!
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