Hoy hemos hecho
nuestro sexto día en Consuelo. Como todos los días a las 6:30 am estábamos en
pie y, tras asearnos, fuimos hacer la oración de la mañana. El tema de oración
era cómo Jesús envía a sus discípulos a predicar el Evangelio. Estuvimos
reflexionando sobre el paralelismo de ese envío con nuestra misión aquí en
Consuelo.
Tras un rico
desayuno en la que no podía faltar el aguacate y la mermelada de piña nos
fuimos a la escuelita. Da igual la hora a la que vayamos; sea antes o después,
siempre los niños nos están esperando para darnos un abrazo, un beso, o un “buenos
días, profe”.
Como es habitual,
nos dispusimos en fila para izar la bandera y cantar el himno nacional. Es
sorprendente el respeto que se tiene aquí a la bandera y a los símbolos patrios.
Los niños, padres, profesores y personas que pasan por allí que escuchan el
himno, dejan lo que está haciendo para rendir tributo a la bandera, en recuerdo
de todos aquellos que dieron su vida por el país.
Antes de ir a las
clases, Madre Ana Rosa dirige la oración cantada más que familiar para todos
nosotros “Jesús está en ti”. Es maravilloso ver a todos los niños cantando al
son de la guitarra española.
Las clases son de
lo más dinámicas. Empiezan siempre con el desayuno. Dedicamos media hora a repartir un vaso de
leche y unas galletas por niños. Para más de uno, es la comida más fuerte que
hacen durante el día.
El resto de la mañana la pasamos repasando lengua y
matemáticas. Si en algún momento hemos oído hablar de la importancia de la
adaptación a cada niño es aquí donde sin dudarlo se hace patente. De los quince
alumnos por clase, no hay dos que vayan hacienda la misma cosa a la vez. Cada
uno sigue un ritmo y tiene un nivel competencial distinto, lo que hace que,
como profesoras, tengamos que estar durante las sesiones al 100% para ser
capaces de atenderlos en lo académico y en lo personal.
Acabamos la
mañana con talleres que, sin lugar a duda, nos dejan satisfechas, pero más que
agotadas, porque aquí los niños de cada tres palabras dos son profe, profe,
profe…
La vuelta a casa
a las 12h es más que interesante, pues aprovechamos para compartir lo vivido,
nuestras anécdotas, que nunca son repetidas.
Como es habitual,
Margarita nos tenía preparado una rica comida, y, tras un breve descanso, nos
dispusimos para irnos al batey la Plaza. El camino al batey en la furgoneta es
un rato de diversión, pues no paramos de reír. Nuestras caras se iluminan
cuando, al acercarnos, los niños nos están esperando y, antes de llegar, nos
saludan y sus caras se iluminan. Bueno decir que las suyas y las nuestras,
porque es verlos y enseguida empezamos a llamarlos.
Las tardes en el
batey son apasionantes. No importa que llueva, truene o haga calor; los niños
siempre van. Hemos podido observar el deseo de aprender que tienen. Cuanto
menos son los recursos, más el interés de ellos por aprender. El desnivel es
impresionante. Niños con 12 años que no saben sumar o están aprendiendo a
escribir, pero que cuando acaban la clase te dicen: “Profe, póngame deberes”.
La jornada en el batey acaba con la merienda y con un rato de juegos.
Hoy hemos vuelto
antes porque se avecinaba tormenta, y la vuelta de los alumnos hacia sus casas
iba a ser más complicada. El que menos tiempo tarda en llegar desde la
escuelita son 30 minutos.
Llegamos a casa y
nos esperaba una gran sorpresa. Un rato antes de ir a la Eucaristía, vino a la
casa de las religiosas concepcionistas Wilner, un joven de 26 años que ahora es
un ingeniero electromecánico. Estuvimos un rato hablando con él. Durante la
conversación nos contó que él empezó en la escuelita en la que estamos de
misión. Era un niño apadrinado por una persona de España, que, con gran
generosidad, le becó hasta la Universidad, donde pudo asistir gracias a la
intervención de la Fundación Siempre Adelante.
No paraba de dar
las gracias por la generosidad de todas aquellas personas que dan parte de su
dinero para que niños, como fue su caso, puedan formarse y llegar a ser
profesionales que puedan hacer un servicio por su país. Wilner nos decía que
cada persona que apadrina a un niño es una estrella que da vida a otra
estrella. Desde aquí queremos hacer un guiño a todas aquellas personas que han
confiado en la Fundación Siempre Adelante, porque estamos convencidas -y hoy lo
hemos comprobado de primera mano- que todo lo que donamos llega íntegramente al
destinatario, y que por una cantidad no muy grande, podemos hacer que una
persona llegue a vivir con dignidad, desempeñando un trabajo que va en beneficio
de los demás. Queremos aprovechar este momento para animar a otras personas a
que sean generosas y apadrinen niños, teniendo la seguridad que todo lo que se
hace en nombre de Dios será siempre recompensado. Os dejamos el enlace donde
podréis tener más información de la Fundación y de sus proyectos.
El día acabó con
la Eucaristia en la que el sacerdote, de manera providencial, nos habló de que
para Dios nada hay imposible, que Dios es bondadoso y todo lo que nos ocurre es
siempre para bien. Sólo tenemos que estar atentos a las señales que nos envía.
Tras un rato de
compartir en familia nos fuimos a descansar, pues llevábamos varios días de
intenso trabajo y el cansancio empieza a aflorar, pero es tanta la satisfacción
que estamos teniendo que ni ese cansancio nos quita las ganas de seguir haciendo
el bien.
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