jueves, 13 de julio de 2017

MOVER UNA ESTRELLA DE UN LUGAR A OTRO

Hoy hemos hecho nuestro sexto día en Consuelo. Como todos los días a las 6:30 am estábamos en pie y, tras asearnos, fuimos hacer la oración de la mañana. El tema de oración era cómo Jesús envía a sus discípulos a predicar el Evangelio. Estuvimos reflexionando sobre el paralelismo de ese envío con nuestra misión aquí en Consuelo.
Tras un rico desayuno en la que no podía faltar el aguacate y la mermelada de piña nos fuimos a la escuelita. Da igual la hora a la que vayamos; sea antes o después, siempre los niños nos están esperando para darnos un abrazo, un beso, o un “buenos días, profe”.
Como es habitual, nos dispusimos en fila para izar la bandera y cantar el himno nacional. Es sorprendente el respeto que se tiene aquí a la bandera y a los símbolos patrios. Los niños, padres, profesores y personas que pasan por allí que escuchan el himno, dejan lo que está haciendo para rendir tributo a la bandera, en recuerdo de todos aquellos que dieron su vida por el país.



Antes de ir a las clases, Madre Ana Rosa dirige la oración cantada más que familiar para todos nosotros “Jesús está en ti”. Es maravilloso ver a todos los niños cantando al son de la guitarra española.


Las clases son de lo más dinámicas. Empiezan siempre con el desayuno.  Dedicamos media hora a repartir un vaso de leche y unas galletas por niños. Para más de uno, es la comida más fuerte que hacen durante el día. 



El resto de la mañana la pasamos repasando lengua y matemáticas. Si en algún momento hemos oído hablar de la importancia de la adaptación a cada niño es aquí donde sin dudarlo se hace patente. De los quince alumnos por clase, no hay dos que vayan hacienda la misma cosa a la vez. Cada uno sigue un ritmo y tiene un nivel competencial distinto, lo que hace que, como profesoras, tengamos que estar durante las sesiones al 100% para ser capaces de atenderlos en lo académico y en lo personal.
Acabamos la mañana con talleres que, sin lugar a duda, nos dejan satisfechas, pero más que agotadas, porque aquí los niños de cada tres palabras dos son profe, profe, profe…


La vuelta a casa a las 12h es más que interesante, pues aprovechamos para compartir lo vivido, nuestras anécdotas, que nunca son repetidas.

Como es habitual, Margarita nos tenía preparado una rica comida, y, tras un breve descanso, nos dispusimos para irnos al batey la Plaza. El camino al batey en la furgoneta es un rato de diversión, pues no paramos de reír. Nuestras caras se iluminan cuando, al acercarnos, los niños nos están esperando y, antes de llegar, nos saludan y sus caras se iluminan. Bueno decir que las suyas y las nuestras, porque es verlos y enseguida empezamos a llamarlos.

Las tardes en el batey son apasionantes. No importa que llueva, truene o haga calor; los niños siempre van. Hemos podido observar el deseo de aprender que tienen. Cuanto menos son los recursos, más el interés de ellos por aprender. El desnivel es impresionante. Niños con 12 años que no saben sumar o están aprendiendo a escribir, pero que cuando acaban la clase te dicen: “Profe, póngame deberes”. La jornada en el batey acaba con la merienda y con un rato de juegos.







Hoy hemos vuelto antes porque se avecinaba tormenta, y la vuelta de los alumnos hacia sus casas iba a ser más complicada. El que menos tiempo tarda en llegar desde la escuelita son 30 minutos.

Llegamos a casa y nos esperaba una gran sorpresa. Un rato antes de ir a la Eucaristía, vino a la casa de las religiosas concepcionistas Wilner, un joven de 26 años que ahora es un ingeniero electromecánico. Estuvimos un rato hablando con él. Durante la conversación nos contó que él empezó en la escuelita en la que estamos de misión. Era un niño apadrinado por una persona de España, que, con gran generosidad, le becó hasta la Universidad, donde pudo asistir gracias a la intervención de la Fundación Siempre Adelante.


No paraba de dar las gracias por la generosidad de todas aquellas personas que dan parte de su dinero para que niños, como fue su caso, puedan formarse y llegar a ser profesionales que puedan hacer un servicio por su país. Wilner nos decía que cada persona que apadrina a un niño es una estrella que da vida a otra estrella. Desde aquí queremos hacer un guiño a todas aquellas personas que han confiado en la Fundación Siempre Adelante, porque estamos convencidas -y hoy lo hemos comprobado de primera mano- que todo lo que donamos llega íntegramente al destinatario, y que por una cantidad no muy grande, podemos hacer que una persona llegue a vivir con dignidad, desempeñando un trabajo que va en beneficio de los demás. Queremos aprovechar este momento para animar a otras personas a que sean generosas y apadrinen niños, teniendo la seguridad que todo lo que se hace en nombre de Dios será siempre recompensado. Os dejamos el enlace donde podréis tener más información de la Fundación y de sus proyectos.

https://sadelante.wordpress.com/apadrinamientos/

El día acabó con la Eucaristia en la que el sacerdote, de manera providencial, nos habló de que para Dios nada hay imposible, que Dios es bondadoso y todo lo que nos ocurre es siempre para bien. Sólo tenemos que estar atentos a las señales que nos envía.


Tras un rato de compartir en familia nos fuimos a descansar, pues llevábamos varios días de intenso trabajo y el cansancio empieza a aflorar, pero es tanta la satisfacción que estamos teniendo que ni ese cansancio nos quita las ganas de seguir haciendo el bien.


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