Un día más tras
escuchar el despertador a las 6.30 a.m. hora dominicana, nos pusimos todas en
pie con la ilusión de dejarnos sorprender por nuevas experiencias, pues
llevamos ya 15 días y podemos decir no hemos vivido dos iguales.
Comenzamos con la
oración en la capilla de la comunidad, en la que hemos reflexionado sobre el
regalo de los niños, esos pedacitos de cielo como Santa Carmen Sallés nos decía
y que ahora son el regalo del verano que Dios ha puesto en nuestras vidas.
Después del
desayuno nos fuimos al colegio y allí era un no parar entre clases, recreos,
juegos, y talleres.
Una mañana llena
de risas y muchos abrazos. Abrazos que son la respuesta de una carencia
afectiva en las familias que tienden a suplir con el de sus profes misioneras
venidas de España.
La tarde en el
batey, bueno… ¡qué decir! es llegar allí y el corazón da un vuelco, se desborda
en miradas de ternura, en abrazos de acogida y en gestos de gratitud por el
regalo de la vida compartida con esta comunidad rica en generosidad y agradecimiento
por ir a estar con ellos, aunque sean un par de horas diarias.
Antes de
finalizar la tarde en el batey tenemos "consulta médica ". Con poco conocimiento,
pero buena disposición, empezamos a hacer curas básicas a heridas producidas
por golpes o cortes. Es escalofriante ver que no tienen ni un poco de agua
oxigenada, ni betadine y bueno, ya unas tiritas son un lujo muy lejos para su
realidad.
No podéis
imaginar el bien que nos están haciendo las donaciones que desde España recibimos
del material de curas y primeros auxilios.
Desde aquí queremos
agradecer a instituciones y particulares que nos hicieron entrega de tiritas,
gasas, alcohol, agua oxigenada, esparadrapo y algunas medicinas genéricas, tan
útiles en un país donde muchos no pueden tener acceso a la sanidad.
Gracias al Hospital
de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y al Hospital General de Ciudad Real, a la
Farmacia de Mónica Gómez de Miguelturra, Farmacia Araujo de la Coruña, el
colegio de farmacéuticos de Toledo, Farmacia de Marichu de Amurrio, Farmacia Rodríguez
Tato y Farmacia de Ana Terrón de Ponferrada, entre otras.
La vuelta a casa
fue rápida pues hoy íbamos a la parroquia de Santa Ana, que está celebrando las
fiestas en honor a su patrona. Tras la homilía del Padre Jacinto, tuvimos una
noche de lo más alegre.
Participamos de
forma muy activa en la verbena parroquial, cantando y bailando en el karaoke. ¡Qué
mejor que cantando el "Porompompero" de nuestro clásico Manolo
Escobar! Fue una actuación en la que, junto a nosotras siete, también cantaron
y bailaron Madre Irmar y Madre Dolores. A ella le dedicamos la canción, para
darle la bienvenida en su nuevo destino.
Nos sentimos por
unos minutos en casa poniendo nuestra riqueza musical en lo más alto del Caribe.
Por si esto fuese
poco Ana Rosa deleitó a toda la comunidad parroquial de Santa Ana con
"Tierra de Bendición". Nuestra participación terminó con la canción
"Qué bonita es esta vida". Algo que nos sorprendió es el cariño que
aquí se tiene a las misioneras. Somos consideradas una bendición y el trato
hacia nosotras fue exquisito por parte de todos.
Algo muy
gratificante para todas son estos momentos vividos con la iglesia dominicana.
Lo que iba a ser
un día más, se convirtió en lo que ya viene siendo habitual: ¡¡¡SORPRENDENTE!!!
Y es que tenemos sorpresas hasta el último momento antes de irnos a acostar.
Estas dos últimas noches hemos podido ir descubriendo la riqueza de la fauna de
la zona: ayer nos fuimos a la cama tras acabar con un ciempiés venenoso y
kilométrico, que había decidido descansar en la zapatilla de Isabel y hoy se ha
acercado a darnos las buenas noches un sapo.
El Señor no deja
de derramar regalos sobre nosotras en esta misión eclesial, haciendo vida
nuestro lema: "¡Que no te lo cuenten!".
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