miércoles, 12 de julio de 2017

EL REGALO DEL TIEMPO

Un nuevo día comienza en Consuelo y, lejos de parecer rutinario, también ha sido un día especial. En realidad, aquí todos los días son especiales; todos tienen su encanto.

El día de hoy comenzó de forma un tanto distinta, pues amanecimos muy temprano para ir a la Iglesia del Santo Cura de Ars, a oír misa de 6:30, la cual nos dio fuerzas para afrontar el resto del día. A continuación, desayunamos y pusimos rumbo a la escuelita, donde una vez más recibimos con ilusión a nuestros niños, y con ello, su cariño y sus abrazos. 



Todo parecía tranquilo, pero bajo una mañana calurosa se escondía en realidad una nueva tormenta tropical. 



Los truenos empezaron a hacerse notar en la escuela y todas pensamos en una misma cosa al ver la lluvia: los bateyes…. Qué rollo, el suelo ahora estará embarrado, las clases tan precarias, estar empapadas toda la tarde, a ninguna nos apetecía. Pero, en ese momento, cuanto más desanimadas estábamos vino a nuestra mente la cara de todos esos niños que con tanta ilusión todas las tardes nos esperan, y en ese momento, nuestra pereza se convirtió en esa mecha que prende en toda persona cuando se siente querida. Estábamos dispuestas a todo, aunque la lluvia durase toda la tarde. Sin embargo, la lluvia cesó, y afortunadamente, pudimos continuar con nuestra misión.

El calor matutino y el duro trabajo de la escuela nos dejó un poco sin fuerzas, pero nada como una buena comida, una siesta y unos marcianitos antes de poner rumbo a los bateyes. 


Hoy también tuvimos a una invitada muy especial que nos acompañó en nuestra labor: Madre Irmar, de quién cada día aprendemos algo nuevo: desde consejos para la escuela hasta modalidades de comer aguacate.
Llegamos al batey un poco más temprano que otros días y eso hizo que pudiéramos jugar con los niños un rato antes de comenzar las clases, dirigidos por Madre Irmar.


Hoy también fue un especial hasta la merienda, pues, gracias a Sujey, los niños recibieron una bandeja llena de dulces. Cuál fue nuestra sorpresa cuando todas observamos que los niños guardaban parte de su bandeja para compartirlas con sus familias. Qué ejemplo más grande de generosidad pudimos tener en cuestión de segundos.


Aunque al principio los bateyes nos generaban mucho respeto, lo cierto y verdad es que, en solo tres días, este lugar nos ha cautivado, y todas nos sentimos como parte de esa familia. La sonrisa de los niños y sus madres, su recibimiento y sus ganas de aprender y jugar lo hacen todo más fácil. 





Incluso el camino de vuelta ya se nos hace más corto y los baches en la parte trasera de la camioneta ya ni nos duelen.


Una vez en casa, y antes de la cena, le dedicamos un rato al Señor. El tema de hoy fue el regalo del tiempo que Dios nos da a través de una oración que compartimos en grupo en la capilla.

La cena fue sorprendente, especialmente por vivir en primera persona lo maravillosos que son los atardeceres caribeños... y por saber que, en caso de amenaza, siempre podremos contar con la protección de Madre Dolores y su servilleta.


Nos sentimos muy contentas de vivir esta experiencia, porque tenemos la suerte de que las hermanas hacen cada día de su casa la nuestra, lo que nos hace no echar tan en falta nuestro hogar.


1 comentario:

  1. Emocionada de leer cada post que publicáis, cada experiencia vivida y cada logro que con ella conseguis sumar a vuestras vidas. Estas experiencias son las que hay que vivir. Estamos en este mundo para darnos a los demás y qué mejor que hacerlo sin esperar nada a cambio, aunque en vuestro caso, la recompensa es enorme. La satisfacción de hacer tan felices con poco a estos niños, es inmensa.
    Orgullosa de ver como amigas mías, al igual que el resto de compañeras, participan en proyectos así. Un saludo y muchos besos desde España y a la espera impaciente del siguiente post!!!!!

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